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Miguel Ribagorda |
Sí,
lo reconozco, tengo dolor de muelas. Esta dolorosa realidad aparece de manera
repentina y cuando menos te lo esperas, la ventaja es que se arregla cuando un
profesional ataca el problema con sus saberes y herramientas. Pero existe una
“dolor de muelas” que tiene fecha fija y acontece todos los años de manera
sistemática: la matriculación de los niños en el proceso educativo. Este dolor
es especialmente acusado en la primera matrícula, allá cuando el alumno se va a
integrar, con tres años, en el sistema.
Ese momento es, para las familias,
un reto que requiere de mucha paciencia y dedicación ya que de la correcta
elección del centro dependerá la vida del infante los siguientes 13 o 15 años.
La familia se encuentra con un proceloso y complejo mundo de centros públicos,
privados o medio pensionistas que compiten entre sí por atraer, con algunas
vanas promesas, al mayor número posible de “cachorros” a sus filas. Veamos que
opciones tienen.
En primer lugar se encuentran los
centros públicos, financiados y gestionados por las distintas comunidades
autónomas, que deberían ser el principal motor de cambio y mejora social que la
sociedad española necesita. En teoría. La realidad es que desde que el
Neoliberalismo tocó poder se ha esmerado sobremanera en destrozar la educación
pública con un fino estilo de planta parásita. No ha sido una declaración
pública de carácter ideológico (opinión perfectamente lícita) la que la ha
destrozado, ha sido la mera inacción, el no considerarla lo que la ha llevado a
la situación actual: centros saturados, falta de profesores, falta de apoyos,
infraestructuras obsoletas, fracaso escolar elevado etc, etc.
En segundo lugar están los centros
privados, aquellos colegios supuestamente de élite que “garantizan” una formación
con grupos reducidos, múltiples seminarios, tutores especializados y una
factura a final de mes que es más alta que muchos sueldos. Con este colectivo
no se ha hecho nada ya que son su granero habitual de votos, además no
necesitan promoción ya que el ingreso en los mismos se realiza por canales
propios (hijos de ex alumnos básicamente). Hay que reconocer que dentro de este
colectivo están aquellos centros que, año tras año, ocupan los primeros puestos
en los rankings de “excelencia”.
Pero queda un tercer elemento que,
en nuestra opinión, constituye el verdadero dolor de muelas del sistema
educativo; los centros concertados. Estos centros privados sostenidos con
fondos públicos nacieron en los años 80 con el fin de generalizar la enseñanza
en aquellos entornos en los que la educación pública era deficitaria. Loable
intención, ya que el concierto implicaba una serie de condiciones para los
centros que los equiparaban a los públicos y permitieron el acceso universal a
la educación al conjunto de la población. Desde que el Neo-liberalismo llegó al
poder este tipo de centros se convirtió en el preferido de los distintos
ministros del ramo ya que les permitía ganar votantes.
Me explico. Al conceder los
conciertos prima más el aspecto material que el docente, se prefieren piscinas,
campos de deporte, gimnasios, rutas escolares a un programa didáctico coherente
y estructurado (cierto es que el plan de estudios viene dado). Al recibir
fondos de la Comunidad Autónoma los promotores del centro “solamente” tienen que
pagar la construcción y mantenimiento de los edificios. Al tiempo se ofrecen a
las familias un montón de actividades (ampliación de horarios, actividades
extraescolares, ampliaciones académicas varias, etc) que pagan religiosamente
los padres. De esta manera los centros reciben una doble financiación que
repercute positivamente en su cuenta de resultados y los convierte, de hecho,
en centros privados “baratos”, que dan la sensación a los padres de llevar a
sus hijos a un centro de élite en el propio barrio.
Pues ante este panorama se
encuentran todos los años los padres que desean matricular a sus hijos, Nuestra
posición es clara, apostamos por una educación pública universal y gratuita
para la totalidad de la población. En este caso la iniciativa privada ha de ser
subsidiaria de la iniciativa pública y, de ser necesario, los conciertos deben
cumplir con todos los requisitos que la Ley les indica, no pudiéndose aceptar
bajo ningún concepto que un centro financiado con fondos públicos segregue,
margine o seleccione alumnos, más aún por criterios estrictamente económicos.
Hasta aquí el dolor de muelas, ya
sabemos lo que nos pasa, ahora debemos pasar por el odontólogo para ver que
tratamiento es necesario, pero eso es harina de otro costal.
Miguel Ribagorda
Secretario de Análisis Electoral, Estudios y Programas del PSOE de Alcobendas
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