Siempre que pienso en mi época de estudiante, son muchos los recuerdos que me invaden de las diferentes etapas por las que pasé.
Del colegio recuerdo ese olor a lapicero que
impregnaba mi ropa y no se iba hasta el verano, los juegos infantiles en los
recreos y las aulas “repletas” de compañeros atentos a la lección en silencio
sepulcral.
Del instituto, época de emociones encontradas,
recuerdo la libertad y la autonomía, pero también la llegada de la responsabilidad,
la difícil elección entre “letras y ciencias” y la famosa selectividad que
durante un curso me convirtió en una adolescente temerosa y nerviosa de
afrontar un desconocido futuro. No puedo olvidar, como no, la amistad y el
compañerismo y las múltiples risas sin motivo alguno, propias de la edad y las
hormonas revolucionadas.
La universidad fue sin duda una de mis
mejores épocas. Estudié aquello que me apasionaba. Y pasé 5 años rodeada de
apuntes, libros, largas idas y venidas en trasporte público y de muchas
personas que considero hoy grandes amigos.
En todos y cada una de ellas, siempre he
tenido a mi lado una mujer referente que ha marcado esta gran parte de mi vida.
Mujeres que han sabido guiarme, que han sido claves a la hora de tomar decisiones
que luego han hecho que hoy sea la persona que soy. Vaya mi reconocimiento por
delante para todas ellas.
Sin embargo y en contraposición, siempre
eché en falta mujeres referentes en los estudios y materias que recibí. Me hubiese
gustado escuchar más nombres como la matemática y astrónoma griega Hipatia de Alejandría, o la filosofa
alemana Edith Stein, las
francesas Simone Beauvoir y Simone Weil o la española María Zambrano.
Me hubiese encantado conocer la poesía de Ernestina de Champourcín , o inspirarme en Catalina de Erauso.
Nunca me hablaron de Margarita Salas.
Ellas, como muchos personajes varones,
también innovaron, crearon y transformaron.
Pero ellas fueron olvidadas u obviadas.
En la actualidad, los referentes femeninos
de la historia representan el 7,5% del total de los referentes históricos,
científicos, filosóficos o culturales que aparecen en los libros de texto
escolares. Sin duda, una cifra muy ridícula y que sigue relegando a las mujeres
a un segundo plano.
A lo largo de la historia ha habido mujeres
pioneras y vanguardistas que con sus descubrimientos, hazañas y aportaciones
han ayudado a hacer del mundo un lugar mejor.
Lamentablemente, no lograron el reconocimiento
por culpa de una sociedad machista que intentó borrar su legado. El material educativo continúa transmitiendo
una visión androcéntrica del conocimiento pese a los esfuerzos y avances
recientes.Los socialistas llevamos años trabajando para
alcanzar un gran acuerdo social, político e institucional en torno a la
educación.
Es urgente conseguir un sistema educativo
estable, fundamentado en la igualdad entre mujeres y hombres, en la equidad,
asentado en la inclusión, orientado a la excelencia en los resultados y
basado en la cooperación institucional.
Todo esto no será posible si no incorporamos
la mirada femenina.
Debemos ser capaces de mostrar que existe
memoria compartida en la que mujeres y hombres han participado de forma similar
para construir la sociedad que tenemos.
Debemos ser capaces de construir de forma
participada la sociedad que queremos.
Cristina Martínez
Secretaria de Comunicación y
Formación PSOE Alcobendas
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